Todo termina. Vendrán a partir de ahora los balances sobre la gestión de Andrés Manuel López Obrador, un político hábil que puede sentirse satisfecho porque quien lo sucede en el cargo pertenece a su mismo partido.
Finaliza con una alta popularidad de alrededor del 68%, similar a la de Ernesto Zedillo que alcanzó el 69% y muy lejos del escaso 30% con el que Enrique Peña Nieto concluyó su mandato, de acuerdo con estudios de opinión de El Financiero.
Pero esos rangos de aceptación son por demás volubles, cambiantes, una vez que ya no se tiene la proyección, antes desde Los Pinos y ahora de Palacio Nacional.
Lo que ocurrió en las urnas, después de todo, muestran un mandato claro, pero también una oposición que está ahí, aunque por la sobrerrepresentación haya quedado desdibujada en lo que respecta a su propia fuerza.
Son millones de ciudadanos que sufragaron por una opción distinta y que, hasta ahora, no han encontrado caminos que lleven a la unidad en los propósitos fundamentales.
El ya expresidente López Obrador optó por la polarización, dividió a la sociedad y nunca buscó y menos propició un ambiente político de construcción con sus oponentes, más allá de que estos fueron más que obsequiosos en la primera mitad de su sexenio. Todo lo que quiso se lo aprobaron.

A partir de este día, del 1 de octubre, otro sol comenzará a brillar.
José López Portillo describió el momento, y lo consignó en Mis Tiempos. Biografía y testimonio político: “al terminar la ceremonia de Protesta, sólo la estricta cortesía del protocolo evitó una abandonada soledad allá arriba, en el estrado atropelladamente desalojado para seguir al nuevo sol que un día yo también fui y ya no era”.
Y remataría, al señalar que “llegó el tiempo en que la razón tiene que vencer a la inercia vivida con responsabilidad, todavía trabada entre el corazón y el plexo y que angustiaba en mi cambiada realidad. Ya no tenía yo ni qué decir ni qué hacer.”
El fin de un ciclo: se apaga el sol de López Obrador
Hay diferencias, por supuesto, porque López Obrador es el principal líder de Morena y muchos de los diputados y senadores tienen una deuda directa con él, producto del procedimiento que ideó para definir la candidatura presidencial, donde los aspirantes derrotados accederían a posiciones relevantes, como es el caso de Ricardo Monreal, en la cámara de Diputados, de Adán López Hernández en el Senado, institución que además encabeza Gerardo Fernández Noroña.
Caso aparte es el de Marcelo Ebrard, el verdadero contrincante de Claudia Sheinbaum, pero que será su subordinado desde la Secretaría de Economía, pero con encomiendas, como lo que se refiere al T-MEC que le darán realce.
Todos estos elementos hacen que el escenario sea inédito, interesante.
Lo evidente es que llegó el tiempo de Claudia Sheinbaum, la primera mujer en la presidencia de la República, con todo lo que ello implica.
Publicado en Forbes México el 1 de octubre de 2024.